ANÀLISIS
DEL OBJETO
Esta imagen me remite
directamente a mi niñez, la época en la que todo era más fácil, en la que única
preocupación era obtener la muñeca de moda, en la que los “berrinches” eran la
única salvación. Soy única hija entonces era muy fácil convencer a mis Papas de
algo, ya que yo era su consentida, la niña de Papá, es por esto que hoy en día
llego a veces a ser mal criada, porque todo me lo dieron y es difícil crecer y
empezar a recibir y a escuchar lo que en mi niñez pocas veces o nunca escuche.
la palabra NO. Es difícil crecer y más en una sociedad que está cada vez más
deteriorada, por eso este objeto me recuerda todo lo bueno que viví, los juegos
con los amigos, la inocencia y el cuento de que el niño Dios venia cada
diciembre y si me portaba bien venía a traerme todos los regalos que pedía, la
gaseosa que se ponía en la mesita porque el niño Dios llegaba muy cansado y con
mucha sed, cuando mi Papá era el que se la tomaba, solo para seguir
ofreciéndome esa ilusión.
Por supuesto los dulces
fueron y siguen siendo parte fundamente de mi vida, ya que, no solo la alegran,
si no que estimulan las neuronas y eso sí que es importante, aunque debe
admitir que estos provocaron más de un dolor de cabeza a mi Mamá, ya que cuando
comía muchos me volvía insoportable y ella solo quería descansar, pero yo no le
daba tregua alguna.
Todas las ilusiones, los
dulces, los juegos con los amigos, los sueños que tuve algún día de ser
veterinaria para cuidar a los animales
del mundo, todo eso quedo en el pasado en la niña que alguna vez fui, sin
embargo a veces sale de nuevo de mi cuerpo como si nunca se hubiera ido, solo
que ahora hay ponerse la máscara de madurez que exige la sociedad, la edad debe
representar según la cultura en la que vivimos y en sociedad que cada vez exige
más, sin retribuirnos mucho, que tenemos que comportarnos de acuerdo a los
parámetros “ridículos” que alguien se inventó.
Eso es lo triste de crecer,
nos convierten o nos tenemos que alinear
a lo que los demás digan, ya con la adultez llega las responsabilidades, los
compromisos, los trabajos que nunca quisimos y mucho menos soñamos, las
desilusiones, los desengaños, conocemos al real Niño Dios, la monotonía que nos
absorbe como si fuera una esponja, es decir crecer deprime pero ahí que
aceptarlo, y ver lo bueno de todo lo malo que representa.
Sé que estoy siendo un poco dramática,
pero al ver este objeto y recordar lo bueno que fue mi niñez, siento algo de depresión,
no quiero decir con esto que mi vida es mala, para nada, pero la niñez es mágica,
es estimulante, es vivir en un constante sueño. Ahora lo único que puedo hacer
es ponerme la máscara y disfrutar lo bueno y lo malo que esto representa. Sacarle
todo el provecho y hacer de esto una experiencia.
NATALIA ECHEVERRI VILLA
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