miércoles, 29 de febrero de 2012


HOJA DEBIDA
María se preparaba para ir a la procesión ese domingo 31 de enero, ya que eran las fiestas patronales, pero como siempre John Flórez cambiaría los planes radicalmente, la razón muy es sencilla, decidió nacer ese día a esa hora, eso pensó Doña María y su esposo Amador.
Los dolores de parto iniciaron a las 5:50am, John creó 7 largas horas de expectativa y finalmente nació. No quiso llorar, entonces el médico lo ayudó amablemente dejándole un cállate rosadito.

Ya en su niñez fue travieso como todos los niños y fue castigado o premiado por sus actos, aunque si le preguntan sólo recuerda los castigos. Su adolescencia fue normal, es decir conflictiva; por alguna razón en su colegio se convirtió en lo que se conoce técnicamente como un “manipesado” o llamado también torpe. Desde sexto grado comenzó a añadir daños a su lista, el primero fue por creerse MacGyver, como resultado un corto en el bloque 1 de 12 salones, luego un atril de madera con dos semanas de uso cayó desde el escenario del teatro y lo que era uno se convirtió en dos; un espejo conmemorativo, como el anterior, regalos de la misma promoción de 11, y la peor parte la llevan las figuras católicas, el busto de Santo Tomas de Aquino lo dejo rubio y verde gracias a un accidente en el laboratorio de química, y se convirtió en el terror de las vírgenes dejándolas hechas pedazos, literalmente. Por esta razón él piensa que si todavía fuera un fiel católico se quemaría en el infierno y con su mala suerte lo inundaría.

Vive en un lugar nombrado la Puerta De Oriente. Al graduarse el director le entrego dos carpetas, la de calificaciones y la de facturas que acumuló en  esos 6 años canceladas por su padre.

Ya convertido en graduado decidió estudiar lo primero que encontró, esto por no quedarse en su casa, en la cual desde niño no se siente cómodo, sólo para comer y dormir. Comenzó y termino una técnica de nombre rebuscado, la cual afirma que nunca ejercerá, por malas experiencias en su práctica, conserva el titulo entre su álbum de bebé, entre el mechón de pelo y la huella de su pie. Decidió mandar hojas de vida a diferentes empresas, fue aceptado por un grupo económico para trabajar en una de 3 de sus empresas que le dieron a escoger, se encuentra vetado ya que nunca se presentó a su primer día de trabajo, por la decisión de no ejercer su titulo.

Después de meditarlo durante días definió que quería y que debía hacer, lo primero era estudiar pero algo que verdaderamente quisiera, al no contar con el apoyo económico de su familia llegó a la segunda parte ¿Cómo hacerlo? Para esto comenzó a trabajar por horas, en un empresa en la que creyó que no duraba mas de 2 meses y ya lleva 4 años, de esta manera se costea su carrera universitaria y su vida tomando sus decisiones, eso cree él pero aún continua dependiendo de las decisiones de sus jefes, profesores y a veces, hasta amigos.
Su época de “manipesado” no está activa en la actualidad y aún conserva esa carpeta con las facturas como un trofeo de guerra y para continuar su colección, porque cree que las etapas que se han superado en los primeros años volverán en los últimos.

 JOHN FLOREZ

DESCRIPCIÓN:
Un lugar que no transito o no frecuento en la universidad, es un lugar con diferentes características y ambientes, en los pisos por donde caminé el silencio es absoluto, huele a humedad y las sombras dominan los pasillos como en una biblioteca.
Por las ventanas que se encuentran incrustadas en cada puerta, se veían movimientos sincronizados, cuando el profesor hablaba los estudiantes copiaban, él paraba señalando el tablero y los estudiantes miraban, él continuaba hablando y ellos copiaban de nuevo, parecían amaestrados, era entretenido. Después de 5 minutos se volvía monótono, seguí donde escuché ruidos de algún tipo de maquinaria, observé y los estudiantes estaban con bata blanca de manga larga, gafas, todos uniformados.
Me apoyé demasiado en la puerta la cual no estaba cerrada, sólo levemente ajustada y se abrió de para en par, dejandome entrar en contra de mi voluntad, todos me miraron como si fueran un dominó empujando al siguiente cada vez que se cae; primero los mas cercanos a la puerta, luego los de la segunda fila y así sucesivamente hasta tener todas las miradas fijas en mí. Por un momento me imaginé que caminaban hacia mí como zombis, queriendo convertirme en uno de ellos, me desperté, volví a la realidad y me fui. No recuerdo caras, sólo el olor del taller, decidí no mirar para atrás y no correr para no ponerme en evidencia con ellos, porque huelen el miedo, según lo que he visto en las películas.
Bajé un piso, no quise ver más salones para no ver el mismo panorama. Ya en el piso cero, se podría decir,  el panorama fue totalmente diferente, varios locales de comida, desde helados, postres, comida típica, menú del día, jugos, gaseosas y mucho más, por todo el piso se distribuyen mesas sin posición fija y con una o hasta 7 sillas. Era comparable con la sección de comida de un  centro comercial, y funciona igual, esperas tu turno por tu pedido; el ruido era mayor e inconsistente, diferentes conversaciones de las mesas se mesclaban en el ambiente haciéndolas ilegibles, comparándola de  nuevo con el centro comercial este lugar era mejor ya que su zona de entretenimiento tenía envés de carritos o avioncitos, una retroexcavadora.
Ya el tiempo se me agotó y tenía que regresar a mi bloque, a mi facultad, sin una zona de juegos como la que acabo de ver.

JOHN FLOREZ

AQUEL LUGAR DE LA UDEM


En medio del estrés de los trabajos universitarios o de los problemas personales que cada persona afronta, este lugar ayuda a  que las personas se puedan relajar y olvidar de todo eso por un momento.
No es solitario, pero la mayoría de personas que disfrutan de ese espacio silencioso, no hablan mucho, pues también van a ese sitio a despejar su mente. En medio del calor del lugar, se puede percibir un olor a eucalipto. La mayoría de  veces las miradas se cruzan muy poco, ya que los que están allí llevan poca ropa y puede ser incomodo mirar mucho o detalladamente alguien que no conoces y mucho mas en esas condiciones.
Por lo general no es soportable estar mucho tiempo  en aquel lugar, porque el calor y el sudor desesperan y es necesario salir, pero cuando estas allí, te puedes acostar o si prefieres sentarte hasta que tu cuerpo lo permita.
El sitio es ignorado por los estudiantes, o muchas veces no saben que tienen la oportunidad de disfrutarlo gratuitamente, pues lo ofrecen las instalaciones de la universidad.
Lo recomiendo, porque es un plan diferente, que si deseas lo puedes hacer acompañado o individual, es una actividad que no solemos hacer todos los días y es una parte de la universidad distinta  a las demás en donde transcurrimos diariamente.


Me senté en una silla roja, si se han dado cuenta la mayoría de cosas en esta universidad lo son, (No entiendo porque escogen un color tan abrumador  como ese, pero sus razones tendrán los encargados del paisajismo  y de “decoración” de este lugar). Descargué mi morral en la silla del lado y comencé a observar. Para una persona claustrofóbica no es un buen lugar de estudio, te rodean 3 paredes y no puedes ver quien se encuentra al lado o al frente tuyo, lo único que puedes ver son sus zapatos; habían unos tenis rojos de puma y unas chanclas plateadas, sus pies estaban demasiado juntos, me atrevería a decir que eran novios, pero como lo único que se ven son los zapatos, quedara solo en suposición.  Subí la mirada y comencé a detallar la pared café que estaba enfrente mio, no le vendría mal una mano de pintura. Al lado de esta pared había un tablero, de esos blanquitos de acrílico, en ese momento no tenia nada escrito, pero se podían ver como cicatrices en la piel, sus escrituras anteriores, palabras y más palabras de todos los colores, eran casi imposibles de leer. Después de un rato detallando el lugar, me percate de la hora, cogí mi morral y me dirigí al salón de clase.

Paloma Valencia L.

Camino a la U - Tatiana Serna Castrillón


martes, 28 de febrero de 2012

Descripción del lugar.

Solitario, apartado de los bloques de la universidad, con nombre de campamento. Subí unas 1o escaleras estrechas y llegué a una calle no tan concurrida ni por carros, ni por gente. Al frente hay un camino de cemente que cumple el papel de una especie de puente, a sus lados hay zona verde. Al atravesar el camino hay un kiosko rojo, en el se encuentran ubicadas 9 mesas de 4 sillas cada una y al final una barra roja de la cual el asiento es el muro que rodea el kiosko. una pequeña tienda, pero con de todo para vender, no se como hacen perros en ese lugar tan pequeño, que por cierto son deliciosos.


Siguiendo el recorrido hay una cancha, es superficial , sintética, enmallada, más que cuidada, solo se ingresa a ella con una reservación previa. Al lado izquierdo de la esta cancha hay una multicancha de cemento, pues esta adaptada para jugar fútbol, basquetbol y voleybol. antes era descubierta, pero ahora la cubre un gran techo rojo el cual en la parte de arriba forma un triángulo, el techo fue trasladado hace unos años desde el liceo de la universidad, el cual quedaba en Buenos Aires, Ayacucho.


Al lado derecho de la cancha sintética, hay una montaña (donde estoy sentada) llena de zonas verdes, hojas que caen de los árboles que hay detrás de mí y que logran hacer sombra que no deja que entre el sol.


Más arriba hay otra cancha de arenilla, es grandísima y anchísima, tanto que alcanza a ser más grande que la sintética y la multicancha juntas. Al lado izquierdo de esta cancha hay un kiosko aparentemente abandonado, es hecho de ladrillo y de colo rojo en sus puertas y ventanas. Aún más adelante hay una calle, al lado derecho de esa calle hay dos canchas de tenis, una más arriba que la otra, son de cemento y enmalladas, esas dos canchas casi nunca son utilizadas.


La última parte del lugar y que también es el extremo de la universidad, los límites, es una manga en la que a veces los trabajadores van en una camioneta que atraviesa la cancha de arenilla. Ví que llevaban troncos y ramas en la parte de atrás de la camioneta.


Camila Sánchez






¡Qué calor!

¡Qué calor! Digo mientras camino por el campus universitario buscando un lugar a donde huir del insoportable sofoco de las 2:20 de la tarde. Decido visitar un lugar no muy concurrido por mí (si mal no recuerdo, lo he visitado tres o cuatro veces desde que existo en la universidad) para relajarme luego de una semana de estudio complicada. Después de caminar unos 5 minutos para llegar al lugar, lo logro y entro sin dificultad, ya que las puertas de vidrio están abiertas. Al ingresar inmediatamente giro mi cabeza a la derecha y observo el interior de una oficina, pero “sigo derecho” y paso por otra puerta donde me detienen y me piden el carnet; saco mi billetera y lo empiezo a buscar con afán, los segundos pasan y no lo encuentro, hay personas detrás de mí que esperan impacientemente a que yo ingrese para escapar del intolerable calor que hace, continúo la búsqueda de mi carnet, la fila detrás de mí aumenta cada vez más, mi frente empieza a sudar y justo cuando la persona que estaba atrás de mí quiere decirme algo encuentro mi carnet en el espacio más recóndito de mi billetera. El encargado del lugar me registra en un computador, me devuelve el carnet y entro muy campante y sacando pecho.

Una vez adentro, tambaleo en las baldosas blancas porque el piso está liso y mojado; miro a mí alrededor para saber si alguien me ha visto hacer el ridículo pero el lugar está desierto aún, sólo hay casilleros en el recinto. Me llama la atención que el piso es blanco, las paredes son blancas, el techo es blanco ¡jamás había visto tanta blancura en mi vida! Guardo mis cosas en uno de los  casilleros y camino hacia mi verdadero destino, pero antes de llegar atravieso por unos  potentes chorros de agua helada (que no me caen nada mal en ese momento) salgo de nuevo al aire libre, hay una pequeña  pileta, doy unos pasos a la derecha y subo unas escalas saludo a algunos conocidos que están sentados en un jacuzzi bajo una carpa y sin más preámbulo transito por el ardiente piso, bajo las escalas sin quitar la mirada de la piscina y me lanzo al agua para darme un chapuzón.

Juan David Velásquez

Era Pedro


Era viernes, la noche en que destaparían sus deseos, sus secretos y angustias. Fabiana y Julio, su amistad a partir de esa noche debía cambiar.

El martes sonó el teléfono de Julio, “hola mi amigo, ¿cómo estás?, te tengo una invitación a la que no puedes decirme que no”, era efusivamente Fabiana, su amiga hacía 2 años. Él, sin reparo le dijo que si, pues le pareció el momento apropiado para confesarle lo que callaba desde un tiempo atrás. “mira, te confirmo el sitio…”. Fabiana tenía todo calculado: circular primera, reserva para dos, noche de bolero, un lugar pequeño, luz baja, románticas lunas en las mesas, en el aire, hasta en los platos, nombradas y escuchadas con mucha frecuencia en aquel sitio tan cultural, pero tan íntimo en las noches.

Llegando encontraron al grupo de artistas arreglando los instrumentos en el pequeño escenario, a 2 metros de la cocina. Él estaba inquieto y sigiloso, ella nerviosa, con sus ojos llenos de brillo y ansiedad, pero ambos decididos a decirle al otro lo que sentían y los quemaba por dentro.

“¿Cómo está tu hermano?”, preguntó Julio a Fabiana, “él está bien, un poco raro y lo he visto inestable y muy emocional, pero creo que es normal en todas las personas… ¿por qué?”, “no…”, respondió Julio.

Pidieron unas canasticas luna paisa, una imitación de una bandeja paisa, solo que en presentación pequeña y como su nombre, unas canastas hechas de patacón con sus ingredientes adentro. Luego pidieron una botella de vino tinto Gato Negro. Fabiana emocionada dijo: “brindemos por esto, porque cada vez sea mejor, porque siempre nos tengamos el uno al otro, salud”, Julio con esas palabras y mirándola le decía que se sentía cada vez más cómodo para confesarle lo que le estaba quitando el sueño.

“Comamos, yo quiero un sánduche lunamoré gratinado, el que comí la vez que vine con…”, “ok, yo quiero unos wraps lunita consentida”, dijo Fabiana, tal vez con tanta ansiedad que ni siquiera dejó terminar de hablar a su amigo. Cuando terminaron de comer los dos se preparaban para lo principal de la noche. Fabiana escuchaba la música, bolero, se estaba sumergiendo en el romanticismo y la excitación del género, ambientándose para seguir la noche junto con Julio, a quien ya le estaban empezando a sudar las manos a palpitar muy fuerte su corazón, todas esas palabras querían salir lo más rápido posible de su boca y que su amiga escuchara lo que él tenía por decir.

“Tengo algo que decirte, tengo una sorpresa”, dijo Fabiana e hizo una señal a una de las meseras. Eran 18 chocolates, cada uno con una letra que después formarían la frase típica “¿quieres ser mi novio?”, Julio, sin palabras y realmente sorprendido le dijo: “espera, no te apresures, yo también tengo algo que decirte”. Ilusionada, Fabiana cogió las manos sudorosas de Julio y con una sonrisa le preguntó: “Dímelo ya y seguimos en mi apartamento”. Julio, sin reparos y sin pensarlo un solo segundo le dijo: “soy gay, y estoy enamorado de Pedro, tuvimos algo, pero no funcionó. Nos queremos y haré lo posible por estar con él, lo siento, sé que no es lo que querías escuchar, pero eres mi amiga y creo que puedo confiar en ti”, efectivamente, Fabiana no esperaba escuchar que su amigo, del cual estaba enamorada, quería a su hermano Pedro, a quien en el día pensaba y en las noche soñaba, así como ella lo hacía con Julio, era Pedro.

Espantada, Fabiana salió por entre los estrechos espacios de entre las mesas y se fue dejando a Julio solo y con una cuenta que pagar, pero con una sensación de descanso al saber que ya no tenía nada que ocultarle a la que ya no sería solo su amiga, sino, su cuñada.


Camila Sánchez B.



HISTORIA DE UN CAFÉ


Cuatro mujeres y un hombre anciano o para camuflar la edad “adultos mayores”, estaban dialogando en un lugar agradable, pero extraño a la vez, resulta que la gente que lo visita es de todas las edades, todos van con risas ingeniosas, unos llevan su portátil para seguir conectados o trabajando, otros llegan sólo con miradas perdidas, unos bajo la oscuridad, otras prefieren la luz, unos leen, mientras que otros sólo conversan.

Este lugar queda en el sur de Medellín, tiene buen parqueadero pero siempre hay más carros  que espacio por lo que los visitantes parquean en una larga fila que se hace al exterior, el lugar se construyo como homenaje a Fernando González,  no es muy grande pero tiene la capacidad de albergar a mucha gente en su interior, hay una parte de este café que es interna y con buena luz, mientras que otra es externa y la luz es más bien tenue, en este espacio sólo se permite una buena conversación. Adentro hay una pequeña biblioteca muy pintoresca.

 Bueno, pero volvamos a las cuatro mujeres, todas ellas departían en este lugar, eran amigas desde la Universidad, el hombre sentado junto a ellas era el esposo de una, pero en su juventud fue el novio de todas, el hombre tiene cara de Guillermo, era todo un “pica flor”, por eso las distinguidas señoras de copete en un momento fueron rivales de conquista. Creo que en este instante están hablando sobre esa nueva etapa de sus respectivos esposos y es que estos viven tomando viagra parar poder cumplir con sus respectivos deberes, pero resulta que eso a ellas ya no las satisface, por eso piensan como sería con uno de 20.

Las señoras mayores pero con mucho porte, tienen cara de tener esposos con pensiones elevadas, y que las mantienen con mucha comodidad.  

Me desconcentro porque hay un señor en otra mesa que tiene cara de llamarse Juan, esta con su empleada porque esta le amenazó con contarle todo a su esposa, sino la llevaba de paseo, así que Juan decidió llevarla a este lugar en el sur lejos de su casa para no correr ningún peligro.

Por otro lado miro a una señorita muy bonita que se retira un poco del café y es que esta buscando a una persona, de pronto alguien la sorprende por detrás con un “hola”, ella se sobresalta y le dice con una sonrisa, “no sabia como me ibas a reconocer”, y es que el chico es un gigoló y la señorita no lo conocía.

Cuando las señoras ancianas ven esto, deciden ir  a la mesa de la señorita que nunca supe como llamarla y decirle que ellas necesitaban de los servicios de su acompañante, preguntan el precio, el día disponible, lo que les puede ofrecer, el tiempo, en ese momento el anciano llama a su esposa y la invita a un motel para hacer algo distinto esta noche, así que esta se aleja del lugar, con duda, envidia y cobardía de sus amigas. 

María Camila Duque Hernández

HOJA DEBIDA


11 meses sólo tomando leche materna, los teteros me fastidiaban con esa chupa asquerosa y sucia, ¡gas! Nací privilegiada como dicen los papas, “usted no es rica, ni pobre, usted es acomodada”. Toda mi niñez fui muy consentida, porque fui la primera nieta y sobrina por parte de mamá, así que todos estaban a mi pendiente, era siempre el centro de atención, todas mis embarradas, mis caídas y mis pataletas eran celebradas por un montón de adultos, ¡que primero celebran y después castigan!

Creo que desde pequeña era exigente conmigo misma, no me permitía muchas cosas que hacían los otros niños de mi edad.  Inicie mi jardín muy pequeña pues mis papas trabajaban y necesitaban ya no celebrarme tanto y más bien mantenerme ocupada. El jardín al que asiste se llamaba “Jardín Marielita”, lloraba sin parar cada que me dejaban en ese horrible lugar lleno de niños cansones, sudados y mordelones, ¡claro que en eso  creo, era la campeona!

Del jardín pase a las mil y una actividades, mi agenda se volvió peor que la del Presidente, ¡ya no era el centro, me tenían que tener ocupada! En la mañanas tenia las clase normales en el colegio, Fundación Educativa de Montelibano, después almorzar, calor, clase de natación, clase de patinaje, tarea, duerma, clase, almuerzo, calor, natación, patinaje, pereza, pereza, pereza.

En el colegio siempre fui buena, responsable, cumplida. Pereza, pereza, pereza.  Siempre responsable, responsable, responsable, patiné por siete años seguidos, después llego el momento de revelarme, me fui a un viaje, un  intercambio por llamarlo así, Estados Unidos, allí lloré, estudié, crecí, aprendí  y me di cuenta que no hay como las navidades en el lugar donde uno nació, fue feliz y el centro de atención. 

Después del viaje, de nuevo al colegio, mejores notas, más estudio y esta vez yo fui la que decidió ser una “todera” por completo, me inscribí en el grupo del periódico del colegio, Revista Ecos, fui monitora de ingles, clase, almuerzo, calor, clase de natación (aún), pereza, pereza, pereza. 

Entre todo esto llego el momento de decidir que estudiar y como es obvio mi papá quería una medica, ingeniera o en su defecto abogada, pero no, yo decidí estudiar Comunicación. ¿Comunicación?, ¿De qué va a vivir?, ¿Comunicación eso para qué? Pero yo decidí que eso era mi pasión y lo que quería hacer.

Me traslade del pueblo al cual me fui muy pequeña para  mi  ciudad natal,   Medellín pues allí estaba la universidad elegida. Vivir sola, más exigente, usted maneja su tiempo, los novios, más amigos, sexo, pero igual exigente, ¡eso sí no cambio! Pereza, pereza, pereza.

Ahora no sé que pensar de muchas cosas, dudas, exigente, calor, sexo, tareas, trabajos, tutora de ingles, calor, y todo sigue igual. PEEREZA, PEREZA, PEREZA.

María Camila Duque Hernández

UN LUGAR DESCONOCIDO


Siempre que se llega a un nuevo lugar el olor es distinto, aquí se siente natural, mas lejano, más viento.

Este lugar es abierto, el techo es alto y blanco, el piso verde y duro con algunas líneas blancas pintadas en el, para llegar aquí hay que recorrer un buen tramo de la universidad, alejarse y tomar el camino que conduce detrás del Centro de Producción de Televisión. Este lugar tiene baños al frente, es el único de la Universidad en donde los baños de las mujeres y los hombres quedan en el mismo sitio y no en extremos.

Le da el sol de manera perpendicular, la verdad se mantiene solo, excepto en momentos cuando algún grupo quiere sudar un rato y cambiar el sistema, en estos momentos el olor cambia se torna más a sudor, a gritos, a cansancio. 

Maria Camila Duque Hernández

lunes, 27 de febrero de 2012

HOJA DEBIDA


Mi nombre es Aleja, pero todos me dicen “figue”. 
Tengo 21 años.

Nací en la ciudad de Cali, pero no piensen que por eso soy una súper bailarina de salsa, lastimosamente no lo soy, y tampoco conozco Cali, ya que me fui a los 2 años de vida y no recuerdo nada. 

Vivo con mi mamá, mi padrastro y mi hermana, las personas que más amo en mi vida. Son los que siempre están regañándome, ¿será que por eso los amo tanto?

No vivo con mi papá desde  6 años. el ahora anda casado con una pelada de 24 años, y el tiene 47,  se le podra llamar madrastra? o mejor, hermanastra?

A lo largo de mi vida, he estado acompañada, quiere decir que no soy capaz ni nunca he estado sola. Siempre con relaciones duraderas, pero no significa que no sean pasajeras. Me ha ido bien en el “amor” nunca ha llegado alguien que me haga “sufrir”. 

En el momento estoy con mi novio, con el que llevo 2 años, tenemos muchos planes juntos, como por ejemplos el de sacarnos, eh! Perdón el de casarnos. La verdad no estoy muy segura de lo que yo quiero. 

Solo sé que quiero terminar mi carrera y ser una comunicadora profesional. No ir a vivir en Estados Unidos, no quiero ningún sueño americano para ir a lavar platos,  o ser de niñera, la verdad quiero limpiar las babas y sonarle los mocos solamente a mis hijos; ni siquiera a mi marido. ¿O en eso consiste el matrimonio?


MARÍA ALEJANDRA FIGUEROA 
GRUPO 301 


HISTORIA EN UN BAR


Eran las diez de la noche de tan esperado viernes, me dirigí hacia el bar citado donde se encontraba él con una chaqueta de cuero y con un cigarrillo en la mano. Sonrió al verme, tomo de mi mano y me llevo hacia la barra. 
Estaba un poco nerviosa, pero no lo suficiente para poder detallar el lugar donde estábamos, el volumen de la música urbana aumentaba cada vez más, los colores vivos, la gente joven, eran algo muy particular de este sitio. 

Decidimos pedir  shots para empezar la noche, por lo visto, era todo un espectáculo su preparación, incluso nos prestaban diferentes pelucas de colores llamativos y lograr ser fotografiados. 

La noche permanecía tranquila. Pero más adelante, después de una larga conversación entre los dos, donde los recuerdos  y el pasado no nos permitía prosperar en un futuro y ya no había cabida para segundas oportunidades. 

 El ambiente se puso tenso. Las lágrimas empezaron  a deslizarse por mi mejilla, era algo notorio y un poco vergonzoso, quería salir corriendo, pero demasiada gente me impedía hacerlo. No me sentía cómoda, la noche se había malgastado con dicha compañía. 

Agarre mi cartera y una copa de tequila para sanar las heridas internas, sin ni siquiera despedirme, me marche, caminando con paso firme hacia la salida, y decidida a nunca más mirar hacia atrás. 

MARÍA ALEJANDRA FIGUEROA
GRUPO 301 

VIAJE AL SEXO


Se suponía que estaba enamorado. Hizo una llamada telefónica tipo 6 de la tarde para concretar la hora de la cita. El día estaba lluvioso, frio, pero con muchas ansias de que llegara la noche, ya que estaría con él. 

Me bañe, me arregle y  me puse mucho perfume para  que mi olor quedara en su memoria. Sonó el citofono, había llegado y mis mejillas empezaron a sonrojarse, aun sin verlo. Mientras estaba en el ascensor, me mire en el espejo por si encontraba algo vergonzoso. 

Camine hacia el carro, él estaba ahí, con una sonrisa picara y mirándome las piernas me dijo: ¡como estas de mamacita!, ahí me pude dar cuenta que solo quería tener sexo, que me deseaba tanto como yo lo deseaba a él. Me monte en el carro, le di un pico en la boca, prendí el aire acondicionado, y le puse volumen a la electrónica. 

Con la mano izquierda manejaba y con la derecha metía los cambios y me tocaba las piernas, mientras yo me untaba brillo en los labios. Parqueó de manera muy ágil en el garaje de la cabaña, nos bajamos del carro y me tomo de la mano. 

Prendió la chimenea, para que la cita pareciera algo romántico. Después de unas cuantas botellas, el ambiente se puso caliente, el alcohol se combino con los besos y las caricias. Lanzamos las ropas al suelo, en realidad estorbaban. El encuentro se puso más intenso, ya que era el primero. 

Llegamos al sexo, no había amor ni compromiso, ni un futuro que permitiera que este viaje se volviera a repetir. 



MARÍA ALEJANDRA FIGUEROA 
GRUPO 301