Ana,
1.70 cm de estatura, con voz baja, un color naranja en su piel que siempre había
creído era su mejor atractivo. Solitaria, estudiante, madre.
Ella había sido
madre no sabe si por un error, si por torpeza, si por necesidad o simplemente
por obligación, pero desde que fue victima quizá del peor maltrato contra una
mujer, Ana decidió que ella era una persona distinta, en esos momentos ella
alcanzo una madurez que ni con 10 años más de vida lo hubiera logrado.
Ana ya trabajaba y
también como muchas otras respondida por su única pero valiente hija. Su hija
aún no conocía nada del mundo, del exterior, de sus peligros, de sus triunfos,
de sus tristezas, de ese mundo que de vez en cuando le arrebataba la vida a
alguien sin saber por qué.
Ana a secas, como
ella solía decir cuando alguien la llamaba Anita, nita, o algo parecido. Ella
sinceramente pensaba que esas cosas estaban pasadas de moda y todo se debía
llamar por su nombre.
Esta chica sentía
que a su vida le hacia falta algo, un nuevo camino, quizá conocer lo desconocido, vivir lo inimaginado,
un viaje el cual le entregara su vieja
vida de vuelta. Un viaje que como ella
misma lo decía la llevaría a mirarse, a sentirse, a vivirse como una mujer
real. Sin embargo Ana no sabia cuál ruta
era la indicada para este viaje, no sabia cuál camino le traería más emoción,
sólo tenia claro que ella estaba descuidada, que no se conocía a sí misma, que no entendía muchas cosas de su interior.
Este viaje ella
estaba segura la pondría de cara a la pared,
a la realidad. ¡Viajando al sexo!
María Camila Duque
Hernández
Relee antes de publicar y subir, tiene errores de ortografía y letras de más. La idea es buena pero está sin desarrollar.
ResponderEliminar