Diez de la noche y me dispongo a entrar a un bar, el
cual sería testigo de la historia que comenzaría en mi vida. Era de mi agrado,
estaba decorado con un estilo un poco caribeño y de anticuario, no era muy
iluminado, pues había pocas lámparas, lo que hacía que el lugar pareciera
romántico. Al entrar me recibió una salsa y un mesero de ojos verdes quien nos ubicó
en una de las mesas del lugar. El bar no estaba muy lleno, decidimos sentarnos
en una mesa al lado de la tarima, en donde se encontraban varios instrumentos,
lo que me hizo pensar que más tarde tocaría alguna orquesta. De repente llega
el mesero, otro distinto al que nos atendió al entrar, algunos pidieron unas
cuantas cervezas y yo una limonada de coco. Al regresar con el pedido, pude
observar al muchacho de camisa negra, jean y sombrero blanco, quien al
principio no había detallado lo suficiente y quien sería el que robaría mi
atención a lo largo de toda esa noche y toda la madrugada.
Mientras sonaba la música y la noche iba
transcurriendo fueron llegando más personas, parejas y grupos de amigos o
familiares quienes llenaban el lugar, aunque para lo grande que era el bar parecía
un poco solo, pero no me importaba pues la estaba pasando bien, aunque mis
amigos no se veían muy a gusto, pues nadie se paraba a bailar. Mientras ellos
hablaban me dirigí al baño y mientras caminaba por el bar, disimuladamente
buscaba entre la oscuridad aquel mesero de piel trigueña que nos atendió, pero
no estaba por esos lados. Cuando salí, lo vi atendiendo otras mesas y percibí
que él tenía algo especial. Sentada en la mesa uno de mis amigos me hablaba
pero mis ojos solo estaban concentrados en lo que me decía, ya que otra parte
de mi y sobretodo mi cabeza estaba pendiente a lo que pasaba alrededor,
especialmente con los meseros, y mientras aquel amigo hablaba y hablaba mire
hacia afuera y allí estaban ellos, eran tres: uno con un porte de modelo, otro
blanquito ojos verdes, quien nos había atendido al llegar, y finalmente él, con
algo especial, en ese momento mis ojos se dirigieron directamente hacia él, y
solo lo miraba reírse y reírse, al parecer estaba hablando de algo divertido
con los compañeros, luego, de un momento a otro el giro su mirada hacia adentro
por si había alguna mesa que atender pero se encontró con una niña que no le
quitaba los ojos de encima, y sí era yo, en ese momento me hice la despistada y
voltee la cabeza para otro lado, dejé que pasaran un par de segundos , volví a
mirar de reojo y me sentí con mucha pena al ver que los tres me estaban
mirando.
A eso de las 12 llegaron los músicos y comenzaron a
tocar, más que todo salsa y merengue, observé que solo una pareja que parecían
ser esposos estaban bailando y el resto estaban concentrados viendo tocar a los
músicos, cuando de repente, este mesero a
quien le colgaba de su cuello un rosario, sacó a bailar a la administradora
del lugar, ella sonrió, diciéndole que no, pero él la agarró del brazo y ella
se levantó, comenzaron a bailar y yo solo hacia una cosa, mirarlo. Luego de
varias canciones, me cansé de estar sentada y le dije a un amigo que bailáramos,
él me dijo que sí y comenzamos a bailar, pero cada vez que tenía la oportunidad
miraba a este mesero de piel trigueña, sonrisa coqueta, ojos oscuros y gruesos
brazos, yo sabía que él se estaba dando cuenta, pero la noche ya estaba
terminando y la verdad no me importaba.
Varias veces lo llamé para pedirle otras cervezas, y
cada vez que él llegaba a la mesa lo analizaba un poco más. La última vez que
nos atendió pude ver que tenia parte de su piel tallada, me imagino que tenía
algún tatuaje, pero algo dentro de mí
quería saber que tenía pintado.
Eran mas o menos las 2 de la madrugada y varias
personas comenzaron a retirarse del lugar, en ese momento solo quedaban dos
mesas ocupadas, una con un grupo de 3 o 4 personas, y la de mis amigos y yo. Yo
no me quería ir, quería saber más sobre
él, muchas veces se me pasó por la cabeza ir de nuevo al baño y preguntarle
alguna bobada para hacer conversación y poderlo conocer, pero la pena no me
dejaba, aunque ese sexto sentido, que dicen que tenemos las mujeres me decía
que las cosas no llegarían hasta ahí.
Después de media hora uno de mis amigos lo llamó y
le pidió la cuenta, lo cual me llenó de un poco de tristeza, en realidad me
quería quedar en ese lugar, tomando otra buena limonada de coco y junto a ese
mesero quien había logrado robar toda mi atención parte de la noche de aquel
sábado y de la madrugada del Domingo.
Cuando nos levantamos para irnos, él estaba a la
salida del bar esperando para abrir la puerta, por un momento pensé qué hacer
para despedirme, pero no se me ocurrió nada, tal vez a él tampoco le importaría
mucho si yo hacía algo o no, así que preferí dejar las cosas así. En el momento
en que iba saliendo, se cae el sombrero, yo muy interesada lo recogí, y cuando
se lo quise entregar, él me dijo que me lo llevara que era un recuerdo del bar.
Le agradecí y con una sonrisa acepté llevarlo. Al salir del bar, mientras
caminaba hacia el carro me di cuenta que en la parte de adentro había algo
escrito, al leerlo quedé sorprendida pues allí decía: “Se que cuando leas esto,
quizás ya estas lejos, pero no pierdes nada si decides regresar “.
Nathaly Gutiérrez Eljach
Nathaly Gutiérrez Eljach
quedó mejor
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