lunes, 20 de febrero de 2012


TARDE ESPAÑOLA Y, OLÉ!!!!
En un insaciable antojo de paella, termino conociendo un hermoso restaurante y una linda experiencia de vida.
Techo alto en paja, una cálida cocina abierta con un espectacular fogón de piedra a la vista de todos los que nos encontramos en el sitio, además a todo el frente se ve una deliciosa piscina olímpica, hay unas mesas con sombrillas verdes para el que quiera disfrutar de la pileta y del restaurante al mismo tiempo.
Las mesas de adentro están decoradas con manteles rojos, rosas rojas, los meseros con sombrero y bufanda roja al cuello, muy al estilo español; de fondo suena flamenco. El ambiente es muy cálido y familiar.
Mientras espero mi tan anhelada paella, conozco a Margot, una hermosa señora extranjera, quien se encontraba en la mesa del lado con una niña afrodescendiente, motivo que me llamó mucho la atención.
Entablamos una conversación amena, era una señora muy dulce, pero en el fondo de sus ojos se veía una gran tristeza y dolor indescriptibles. En medio de la conversación me dijo que se encontraba feliz en Medellín, que lo mejor que le había pasado era conocer esta maravillosa ciudad. Ella me cuenta que llevaba más de cinco años intentando quedar en embarazo y pese a muchos intentos fallidos en las mejores clínicas de fertilidad en el mundo, su lucha había sido en vano. Una amiga le comentó que en Colombia había muchos niños sin familia, desplazados por la violencia, maltratados por sus padres o abusados por los mismos, a la espera de ser adoptados  y tener el amor que nunca nadie les ha brindado.
Llevaba ya siete días en Medellín en la búsqueda y, que hacía dos días había encontrado a Susan, una bella afrodescendiente de quien se había enamorado ella y su esposo desde que la vieron. Margot dice que es la mejor experiencia que ha vivido, por fin se acabaron las largas luchas y esperas de quedar en embarazo, y lo que más feliz la tenía es que alguien que estaba sufriendo a la espera de una familia por fin terminaba, y comenzaba con una hermosa familia que la va a querer como si fuera de su propia sangre, comentaba Margot en medio de lagrimas y alegrías.
Mi paella por fin llegó, nos despedimos con un gran abrazo; pero en mi mente quedó el sufrimiento de esta hermosa mujer por no poder tener hijos y  la felicidad tan grande que se le puede brindar a un niño huérfano al adoptarlo y acogerlo en una familia.
ANTONELLA BOUCKENOOGHE J.

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