martes, 28 de febrero de 2012

Era Pedro


Era viernes, la noche en que destaparían sus deseos, sus secretos y angustias. Fabiana y Julio, su amistad a partir de esa noche debía cambiar.

El martes sonó el teléfono de Julio, “hola mi amigo, ¿cómo estás?, te tengo una invitación a la que no puedes decirme que no”, era efusivamente Fabiana, su amiga hacía 2 años. Él, sin reparo le dijo que si, pues le pareció el momento apropiado para confesarle lo que callaba desde un tiempo atrás. “mira, te confirmo el sitio…”. Fabiana tenía todo calculado: circular primera, reserva para dos, noche de bolero, un lugar pequeño, luz baja, románticas lunas en las mesas, en el aire, hasta en los platos, nombradas y escuchadas con mucha frecuencia en aquel sitio tan cultural, pero tan íntimo en las noches.

Llegando encontraron al grupo de artistas arreglando los instrumentos en el pequeño escenario, a 2 metros de la cocina. Él estaba inquieto y sigiloso, ella nerviosa, con sus ojos llenos de brillo y ansiedad, pero ambos decididos a decirle al otro lo que sentían y los quemaba por dentro.

“¿Cómo está tu hermano?”, preguntó Julio a Fabiana, “él está bien, un poco raro y lo he visto inestable y muy emocional, pero creo que es normal en todas las personas… ¿por qué?”, “no…”, respondió Julio.

Pidieron unas canasticas luna paisa, una imitación de una bandeja paisa, solo que en presentación pequeña y como su nombre, unas canastas hechas de patacón con sus ingredientes adentro. Luego pidieron una botella de vino tinto Gato Negro. Fabiana emocionada dijo: “brindemos por esto, porque cada vez sea mejor, porque siempre nos tengamos el uno al otro, salud”, Julio con esas palabras y mirándola le decía que se sentía cada vez más cómodo para confesarle lo que le estaba quitando el sueño.

“Comamos, yo quiero un sánduche lunamoré gratinado, el que comí la vez que vine con…”, “ok, yo quiero unos wraps lunita consentida”, dijo Fabiana, tal vez con tanta ansiedad que ni siquiera dejó terminar de hablar a su amigo. Cuando terminaron de comer los dos se preparaban para lo principal de la noche. Fabiana escuchaba la música, bolero, se estaba sumergiendo en el romanticismo y la excitación del género, ambientándose para seguir la noche junto con Julio, a quien ya le estaban empezando a sudar las manos a palpitar muy fuerte su corazón, todas esas palabras querían salir lo más rápido posible de su boca y que su amiga escuchara lo que él tenía por decir.

“Tengo algo que decirte, tengo una sorpresa”, dijo Fabiana e hizo una señal a una de las meseras. Eran 18 chocolates, cada uno con una letra que después formarían la frase típica “¿quieres ser mi novio?”, Julio, sin palabras y realmente sorprendido le dijo: “espera, no te apresures, yo también tengo algo que decirte”. Ilusionada, Fabiana cogió las manos sudorosas de Julio y con una sonrisa le preguntó: “Dímelo ya y seguimos en mi apartamento”. Julio, sin reparos y sin pensarlo un solo segundo le dijo: “soy gay, y estoy enamorado de Pedro, tuvimos algo, pero no funcionó. Nos queremos y haré lo posible por estar con él, lo siento, sé que no es lo que querías escuchar, pero eres mi amiga y creo que puedo confiar en ti”, efectivamente, Fabiana no esperaba escuchar que su amigo, del cual estaba enamorada, quería a su hermano Pedro, a quien en el día pensaba y en las noche soñaba, así como ella lo hacía con Julio, era Pedro.

Espantada, Fabiana salió por entre los estrechos espacios de entre las mesas y se fue dejando a Julio solo y con una cuenta que pagar, pero con una sensación de descanso al saber que ya no tenía nada que ocultarle a la que ya no sería solo su amiga, sino, su cuñada.


Camila Sánchez B.



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