Era viernes, la noche en que destaparían sus deseos, sus
secretos y angustias. Fabiana y Julio, su amistad a partir de esa noche debía
cambiar.
El martes sonó el teléfono de Julio, “hola mi amigo, ¿cómo
estás?, te tengo una invitación a la que no puedes decirme que no”, era
efusivamente Fabiana, su amiga hacía 2 años. Él, sin reparo le dijo que si,
pues le pareció el momento apropiado para confesarle lo que callaba desde un
tiempo atrás. “mira, te confirmo el sitio…”. Fabiana tenía todo calculado:
circular primera, reserva para dos, noche de bolero, un lugar pequeño, luz
baja, románticas lunas en las mesas, en el aire, hasta en los platos, nombradas
y escuchadas con mucha frecuencia en aquel sitio tan cultural, pero tan íntimo
en las noches.
Llegando encontraron al grupo de artistas arreglando los
instrumentos en el pequeño escenario, a 2 metros de la cocina. Él estaba
inquieto y sigiloso, ella nerviosa, con sus ojos llenos de brillo y ansiedad,
pero ambos decididos a decirle al otro lo que sentían y los quemaba por dentro.
“¿Cómo está tu hermano?”, preguntó Julio a Fabiana, “él
está bien, un poco raro y lo he visto inestable y muy emocional, pero creo que
es normal en todas las personas… ¿por qué?”, “no…”, respondió Julio.
Pidieron unas canasticas luna paisa, una imitación de una
bandeja paisa, solo que en presentación pequeña y como su nombre, unas canastas
hechas de patacón con sus ingredientes adentro. Luego pidieron una botella de
vino tinto Gato Negro. Fabiana emocionada dijo: “brindemos por esto, porque
cada vez sea mejor, porque siempre nos tengamos el uno al otro, salud”, Julio
con esas palabras y mirándola le decía que se sentía cada vez más cómodo para confesarle
lo que le estaba quitando el sueño.
“Comamos, yo quiero un sánduche lunamoré gratinado, el
que comí la vez que vine con…”, “ok, yo quiero unos wraps lunita consentida”,
dijo Fabiana, tal vez con tanta ansiedad que ni siquiera dejó terminar de
hablar a su amigo. Cuando terminaron de comer los dos se preparaban para lo
principal de la noche. Fabiana escuchaba la música, bolero, se estaba
sumergiendo en el romanticismo y la excitación del género, ambientándose para
seguir la noche junto con Julio, a quien ya le estaban empezando a sudar las
manos a palpitar muy fuerte su corazón, todas esas palabras querían salir lo
más rápido posible de su boca y que su amiga escuchara lo que él tenía por
decir.
“Tengo algo que decirte, tengo una sorpresa”, dijo
Fabiana e hizo una señal a una de las meseras. Eran 18 chocolates, cada uno con
una letra que después formarían la frase típica “¿quieres ser mi novio?”,
Julio, sin palabras y realmente sorprendido le dijo: “espera, no te apresures,
yo también tengo algo que decirte”. Ilusionada, Fabiana cogió las manos
sudorosas de Julio y con una sonrisa le preguntó: “Dímelo ya y seguimos en mi
apartamento”. Julio, sin reparos y sin pensarlo un solo segundo le dijo: “soy
gay, y estoy enamorado de Pedro, tuvimos algo, pero no funcionó. Nos queremos y
haré lo posible por estar con él, lo siento, sé que no es lo que querías
escuchar, pero eres mi amiga y creo que puedo confiar en ti”, efectivamente,
Fabiana no esperaba escuchar que su amigo, del cual estaba enamorada, quería a
su hermano Pedro, a quien en el día pensaba y en las noche soñaba, así como
ella lo hacía con Julio, era Pedro.
Espantada, Fabiana salió por entre los estrechos espacios
de entre las mesas y se fue dejando a Julio solo y con una cuenta que pagar,
pero con una sensación de descanso al saber que ya no tenía nada que ocultarle
a la que ya no sería solo su amiga, sino, su cuñada.
Camila Sánchez B.
Camila Sánchez B.
buena historia, debemos trabajarla más
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