miércoles, 15 de febrero de 2012

SUMERGIDO EN UN MARTINI

Era una noche calurosa, de esas en las que todas las personas de la ciudad salen contentas y con sus mejores pintas a los sitios más concurridos de la ciudad y los bares más“in”del momento. El bar se encontraba en un séptimo piso en uno de los lugares de moda en la ciudad, con luces bajas, música suave que amenizaba un ambiente de alegría y festejo, era el lugar perfecto donde alrededor solo se veían sonrisas y personas llenas de satisfacción.

Pero había un hombre que se hallaba solo en una de las mesas del largo y saturado bar, que más se podía esperar si habían varias personas esperando turno para poder ingresar y solo los de buenas que llegaron a tiempo lograron entrar para disfrutar de aquella noche. Aquél hombre, que llevaba su corbata desanudada y una camisa gris con pantalones negros, sorprendentemente no miraba a nadie y estaba perdido en sus pensamientos y en la copa de Martini que tenía en sus manos.

Después de un largo rato de espera, la mesera se acercó para decirle que por fin había una mesa vacía en toda la terraza del bar, en donde la ciudad se veía espléndida con una luna llena que bañaba la noche. El hombre se sentó en la mesa asignada y pidió otra copa más y se dedicó a disfrutar de la vista que tenía y esperar a que el tiempo pasara.

Aproximadamente tres copas después, recibió una llamada que se veía era la esperada por él desde su llegada, su cara y estado de ánimo cambiaron de inmediato, hizo señas a la mesera para que se acercara y le ordenó esta vez una botella de vino tinto con dos copas, arregló un poco su corbata, se enderezó y por primera vez se decidió por ver el lugar y las personas por las que estaba rodeado.

Miró cada detalle del lugar, las paredes distintas a otros sitios estaban hechas con grama y el verde era el color mas resaltante de allí, las mesas todas puestas de forma estratégica para que la vista panorámica no se viera opacada y fuera el principal centro de atracción, el techo de madera con formas asimétricas, toda la mueblería de un color blanco que combinaba perfectamente con la madera, las luces en tonos verdosos y azules le daban vida al ambiente y al fondo el sonido y la belleza de una ciudad que se preparaba para una típica noche de viernes.

Y él estaba allí, rodeado de una cantidad de personas que le importaban un comino, solo se concentró en aquel hombre que ingreso pocos minutos después y que hizo que su estado de ánimo mejorara considerablemente, se saludaron de forma cordial pero distante, pero se podía ver la alegría de verse el uno con el otro. El hombre entrante usaba una camisa blanca y chaqueta beige, más informal que su amigo, lucía avergonzado por haber hecho esperar a su compañero y hacía señas que parecían gestos de disculpa.

Su compañero al principio se mostraba reacio pero definitivamente se encontraba con un mejor humor al que había llegado, los dos se comportaron amablemente entre sí, riendo y hablando por bastante tiempo, ahora definitivamente estaban concentrados uno en el otro en aquella esquina del bar en donde todos estaban demasiado entretenidos y ocupados como para fijarse en ellos dos. Luego de terminar su botella de vino, cogieron sus chaquetas y partieron a lo que parece iba a ser una noche estupenda para ambos.


Realizado por:
Daniela Domínguez Bustamante

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