REFLEXIONES
EN TORNO A LA CIUDAD: NUESTRAS BABELES ECLÉCTICAS
Por: Oscar Jairo González Hernández. Profesor del
Pregrado de Lenguajes y Comunicación Audiovisual. Universidad de Medellín.
PRESENTACIÓN:
En
esta reflexión sobre la ciudad moderna, intentaremos abordarla en el
sentido en que la ciudad, cualquiera que
ella sea y que denominemos así, por su carácter y su forma estructural, es
fundadora y formadora de la racionalidad y de la sensibilidad de un ciudadano.
Cuando la ciudad moderna se transforma en su estructura física, también el ciudadano se transforma, y tiende
de manera radical y consciente a transformar sus relaciones con ella. De manera
que las ciudad, nuestras Babeles Eclécticas, como las he llamado, tienen ese
poder y esa trascendencia en la construcción de relaciones de los ciudadanos,
en la medida en que son relaciones entre un ciudadano mismo, del mismo para con
los otros y de ellos, como comunidad, para con la ciudad, o sea su medio y su
realidad fascinante y truculenta, con la mediación y la intervención de una
conciencia basada en el arte.
Ya
que la ciudad en sí misma, no dice nada. Al decir de Arthur Danto, crítico de
arte, aquello que lo llevo a decidirse por hacer crítica de arte, lo provoco en
él, el contacto con la ciudad de Nueva
York. De no existir Nueva York, no habría sido crítico de arte, dice. El artista Piet Mondrian, cambia y
transforma, incrementándolos y dándole nuevas formas y dimensiones, a sus
principios estéticos, en la medida hace observaciones de la naturaleza misma de
dos ciudades, esenciales para él, en su formación estética: París y Nueva
York. Y lo mismo puede ocurrir a un
crítico de arte y un artista en nuestras eclécticas ciudades modernas, ya que
la construcción de la ciudad hoy, es interminable y quizá allí radican sus
factores de incitación a constantes reflexiones, desde innumerables perspectivas, como las que aquí procedemos a
proponer:
1.
Museo y ciudad: Un tratado
de la observación metódica.
2.
De la intervención de la
ciudad como formación estructural del ciudadano.
3.
La ciudad y el arte:
Geometría de lo insólito y lo nuevo en el arte.
MUSEO
Y CIUDAD: UN TRATADO DE LA OBSERVACIÓN
METÓDICA
“Lo que no es dañino a la
ciudad, tampoco daña al ciudadano. Siempre que imagines que has sido víctima de
un daño, procúrate este principio: si la ciudad no es dañada por eso, tampoco
yo he sido dañado. Pero la si la ciudad es dañada, ¿no debes irritarte con el
que daña la ciudad? ¿Qué justifica tu negligencia? (1)
Marco Aurelio.
No
todos los ciudadanos se hallan instalados en la necesidad, en la intención y en
la intensidad de hacer un trayecto por un museo, porque para ellos, y con toda
razón, el museo es aquello que tiene existencia donde ellos no están y donde
ellos no son.
Otros
dirán que el museo dice y habla de la muerte. Y otros considerarán que eso en
nada contribuye a su formación y a la dimensión de la realidad.
Otros se apoyarán en el hecho de que el museo
nombra cosas que han ocurrido y que ya no tienen sentido. Y esa relación e
intervención se da entonces más que nada en el orden de lo que es la
visibilidad y de la realidad de la muerte. Hecho evidente: nadie quiere saber
de lo que está muerto y de la muerte. De ese modo la intervención del museo no
comunica lo trascendental sino lo intrascendente, lo innecesario y lo
subsidiario.
Museo
e “historia” coinciden totalmente y esto hace entonces que cuando no nos
interesa esa “historia”, lo mismo ocurre con nuestra relación con el museo.
Museo e “historia” hablan y hacen relación con la muerte. Museo y muerte es más
o menos lo que un ciudadano puede observar allí y que ese trayecto por el museo
es el mismo de la muerte.
Odia
al museo y odia a la historia. Resulta como consecuencia el hecho de que ir y
hallarse en el museo es por ello mismo una prueba y una experiencia que no se
desea hacer.
Como
lo evidenciamos en Witold Gombrowicz, cuando dice: “Así que esa excursión al
Louvre no era tan inocente como pudiera parecer. Escaleras. Estatuas. Salas. Al
franquear nosotros el umbral de este templo, empezaron a ocurrir cosas raras,
aunque cada uno de diferente manera: él de repente adoptó un aire místico como
si su sensibilidad, aumentada súbitamente, le hubiese dado alas, se acercaba a
los cuadros y a las estatuas en un estado de tensión, se notaba que lo vivía y
eso me enfurecía, ya que sospechaba que él lo vivía para mí, para atraerme a
ese culto. Entonces, cuanto más se exaltaba, yo me volvía m{as flemático y
apático. Con expresión de perfecto campesino echaba unas miradas de ciudades a
aquellas salas llenas de la monotonía infinita de las obras de arte, aspiraba
ese olor a museo que da dolor de cabeza, mientras mis hijos se deslizaban de un
cuadro a otro con esa expresión de mezcla de aburrimiento y menosprecio que
produce el exceso.” (…)(2)
Es
en la medida en que el museo se transforma más que nada en lo que está vivo
dentro de la ciudad es el momento en el que la ciudad misma se hace un museo
también.
Ya
de esa forma la ciudad es museo y el museo la ciudad, por lo cual hacer una
intervención de la ciudad es también hacerla del museo. El museo sólo resuelve
y alcanza su transparencia y necesidad cuando se hace ciudad, y cuando él mismo
hace de la quietud que le es característica consubstancial, su movimiento y el
sentido de su rotación.
La
universidad y el museo son también la ciudad. Factores que obstaculizan esta
relación y esta intervención son considerables, porque nuestros museos –y en un
futuro nuestra ciudad- sólo se abordan y se podrá acceder a ellos en unos
momentos de la vida muy determinados y condicionados, y quedan allí como
resultado de una condición y no de un deseo o de una necesidad de extender y
diseminar la conciencia sensible y crítica. O sea, se hace como una tarea y un
taller.
Hacemos
entonces de esa intervención y relación un hecho más para la “historia” y no
para llenar y cubrir la memoria. El museo se halla entonces en otro mundo y en
otra realidad: la de los artistas y la de los llamados “seres sensibles”.
Cabida
no tienen aquellos que quizá también querrían hacer un trayecto por su misma
estructura sensible y racional. Con el museo ocurre lo mismo que con lo que
llamamos “Arte”: el arte es de los iniciados que poseen la sensibilidad y el
conocimiento estético, y los que no lo poseen, evidentemente están excluidos de
realizar esa intervención y esa relación. O se creen excluidos o se los hacemos
creer. Todo hombre (ciudadano) es un artista, como lo decía lúcidamente Joseph
Beuys (3).
Tenemos
entonces una fractura y fisura irresoluble: dos mundos, dos ciudades y dos
ciudadanos, en ese sentido. Una comunidad que no está haciendo ella misma como
Penélope su Telar y su Hilo no tiene nada que hacia lo que está en lo próximo y
hará devenir como hacedor y constructor de su mundo. Devendrá entonces el museo
como ciudad y la ciudad como museo, solamente cuando se alcance esta conciencia
de la necesidad de la formación. Lo que hemos llamado: formación estructural
del ciudadano. De no ser así el museo continuará siendo una estructura
accesoria de la ciudad y por eso mismo
podrá en cualquier momento ser destruida sin que nadie reclame su
existencia. Y por ello mismo destruida en consecuencia la relación estética del
ciudadano con la ciudad y a la vez se dará la destrucción total de la relación
ética de los ciudadanos. El museo es como el hilo conductor del conocimiento
sensible. Eso es lo que llamamos relaciones estético-éticas.
Hacer
una intervención del museo en esa forma y ese movimiento, con la intención y el
propósito de destruir la inmovilidad se inscribe en la necesidad de hacer que
el conocimiento sensible y estético se apoye en el museo y es entonces es una
tentativa maravillosa e inquietante el procurar hacer de la ciudad un museo y
del museo una ciudad.
El
ciudadano aborda la ciudad como museo, la lleva en él y está hablando es en esa
ciudad y habla también en el museo. Y cuando se habla de la muerte del museo es
en la misma naturaleza, medida y dimensión de la muerte de la ciudad.
“El
arte eterno tendría sus funciones, así como los poetas son ciudadanos”, decía
Rimbaud. El ciudadano es entonces el artista y proyecta sobre la ciudad ideal y
real, lo que sueña y lo quiere de ella en el presente y en el futuro.
DE LA INTERVENCION DE LA CIUDAD COMO FORMACIÓN
ESTRUCTURAL DEL CIUDADANO
El hombre dirigido por la Razón es más libre en la Ciudad, donde vive
conforme al decreto común, que en la soledad, donde no obedece más que a sí
mismo. (4) Baruch Spinoza
Dadas las circunstancias en las que se
realizó y se realizará el proyecto de la modernidad y con la intención de darle
una forma y un método a aquello que constituye también en la esencia de la
formación del Docente y el Dicente, se
hace necesario involucrarlos y llevarlos a hacer y construir lo que
llamamos Intervención de la ciudad y la
formación del ciudadano, y de sus relaciones estético-éticas y que tiene como principio hacerle consciente
y crítico de que esa Intervención se hace mediante la razón sensible
(Mafessoli) y que tiene como vías el método de la observación, el método de la
crítica y el método de la Invención. Y es esa construcción y de-construcción de
la ciudad y la formación del ciudadano,
la que tiende a fortalecer la comunidad.
Esa intervención de la ciudad que realiza
el ciudadano como un trayecto hacía sí mismo, es la que lo insta a rodear y
poseer un territorio y lo hace también nómada en otros. Nomadismo del ser y del
saber, formación de lo ideal y de lo
real. Como dice Alexander Kojéve: “El hombre difiere del animal porque es
ciudadano; no puede realizarse como hombre sino por la intermediación del
pueblo organizado en el Estado” (5) Constructivismo de lo real y método de la
construcción de lo sensible.
El
método de intervención de ciudad es en todo sentido, desde lo inicial,
la revelación de la ciudad por el hilo de Ariadna de la observación y por la
inmediación con la reflexión. De la intervención se obtiene también que el
ciudadano construye como artista y le da forma y sentido a sus relaciones con
el Otro.
Desde el momento en que se interviene la
ciudad ideal que se construye desde lo real es cuando entonces deviene la
conciencia del ciudadano, y ese ciudadano ya se siente y se experimenta como estructura
misma de la ciudad dentro de la arquitectura total. Y por eso mismo él hace la Universidad una y
la misma ciudad. Pero como bien lo sostiene H. G. Gadamer en un brillante
ensayo titulado: “Ciudadanos de dos mundos”: “Platón lo sabía muy bien y por
ello opuso a su “Estado de instrucción” el Estado político. Aquí aparece la
última comunidad de seres humanos que hace posible la vida estatal y ciudadana
en la utopía de un orden que renuncia a todo individualismo” (6).
La intención del ciudadano es formar la
ciudad y participar e intervenir en ella desde una dimensión de lo sensible y
del intento y la tentativa de hacer huellas y hacer su propio Libro de
Fundaciones. Por eso el ciudadano, ya cuando se ha experimentado y percibido
como tal, extrae y excava la textura y contextura de la ciudad, lo que también
le hará más ciudadano y le propiciará el concebir la ciudad desde una visión de
movimiento y rotación.
Transformado el ciudadano se transforma la
ciudad. De allí vemos como entonces los que intervienen la ciudad lo hacen
desde sí mismos, con todo el conocimiento que tienen de sí mismos y de la
ciudad como tal, y es allí donde se da la transformación de la misma, en quien
la observa y quiere transformarla. Es más, la transforma inclusive para sí mismo,
como lo hace el surrealista Paul Eluard, al hacer está tentativa de
transformación dela ciudad de París, que podría resultar absurda: “(…) P. 10: ¿La
República (en la Plaza de la República)? R.:… P.11: ¿La columna Vendôme? R.: Derribarla repitiendo con cuidado la
ceremonia de 1871. P. 12: ¿El
Sacre-Coeur? R…: … P. 13: ¿El
Trocadero? R… P. 14: ¿El Caballero de
la Barra? R.: Destruirlo en la plaza de la Opera. P. 15: ¿El león de Belfort? R.: Posarle encima
del lomo un escafandrista sosteniendo en la mano derecha un cacharro donde una
gallina esté en remojo. P. 16: ¿La Ópera?
R.:… P. 17: ¿Los Inválidos? R.:
Reemplazar por una alameda. P. 18: ¿El
Palacio de Justicia? R.: Destruirlo. En su emplazamiento construir una
piscina. P. 19: ¿La Sainte-Chapelle? R.:…
P. 20: ¿El Chabanis? R.:… P. 22: ¿El Nacional? R.:… P. 23: ¿La estatua de Panhard? R.: Añadirle un
polizonte que ruede bajo las ruedas. P. 24: ¿La
estatua de Alfred de Musset? R.: Ponerle enfrente la estatua de un vigoroso
exhibicionista, visiblemente fascinado por la musa.” (7). Cada quién, a su
manera, construye su ciudad y la transforma, ya que es necesario para no ser
caotizado ni destruido por ella. Invención dela ciudad contra la destrucción
del ciudadano mismo. Intervención que desde el ideal de una ciudad nueva, lo
lleva a inventarla, para liberarse de vivir como un condenado en ella.
Cuando la ciudad es considerada por el
ciudadano como una masa de extrañas relaciones, no de aquellas que ya están
dadas, es el instante en que comienza a tener otro trato con la ciudad, hace
otro tratado de la misma, descubre su verdadera anatomía, sus verdaderos
músculos y su verdadera temperatura. Adquiere conciencia sobre lo que él y ella
son, en una simbiosis extraordinaria y escandalosa. No hay manera de sentirla
como intoxicante y destructiva. Es así entonces, cuando adquieren sentido y son
dadoras de sentido y de trascendencia, y lo que hacen los ciudadanos es
consumirse maravillosamente en lo que ellos hacen trascender. Ya no es lo trascendental hacia Dios sino lo que
el ciudadano hace trascender para sí mismo y para los otros.
Extrae como una palanca mecánica el sentido
y la trascendencia de la ciudad y de su ser como ciudadano, hace de ella su
territorio y lo explora como lo hace el ciudadano en su nueva conquistada
naturaleza; combina y yuxtapone entonces unos modos y métodos de sus saberes y
de sus inquietudes. Y ese saber y esa inquietud le proporcionan una técnica y
un instrumento sensible y crítico para abordar la ciudad en su totalidad. No
existen entonces las barreras y los obstáculos que hacen que la realidad de la
vida y la realidad de ciudad no estén en el mismo orden de lo real y de la
realidad, ya que de no ser a sí no existiría
el ciudadano. No nos queda duda de que es el ciudadano el que hace y
construye las fibrillas y las hebras de la textura y del texto de la ciudad.
Con la intervención de ciudad se prepara al
estudiante para ser ciudadano y que realice el trayecto y el proyecto que
quiere y se quiere desde esa fascinante estructura que propone Lévi-Strauss: Mirar, Escuchar y Leer. Con ese
horizonte el ciudadano interviene extensamente en la construcción de aquello
que lo realiza: la comunidad ciudadana. Y lo relaciona con esta nuestra ciudad
y todas las ciudades del mundo.
LA CIUDAD Y EL ARTE: GEOMETRÍA DE LO
INSÓLITO Y LO NUEVO EN EL ARTE
Cuando se habla de la ciudad y el arte,
podría creerse de antemano que todos
sabemos qué es la ciudad y qué es el
arte. Resulta de por sí, que entonces lo que encontramos al principio de este
acercamiento a este tema, sean una serie de obstáculos, de barreras e inclusive
de fronteras que nosotros mismos, como observadores, nos establecemos; porque
sin duda, estamos instalados, dentro de unas estructuras demasiado formales y
demasiado racionales, que hacen muy evidente nuestra incapacidad para ver la
ciudad, para verla como arte, para vernos a nosotros mismos como artistas.
Toda vez que se dice ciudad y arte quedan
pues imprecisiones, vacíos y problemas formulados, en la medida en que no
podemos definirlos con la exactitud, la concreción que quisiéramos. La ciudad
es indefinida, es imprecisa e improbable; lo mismo es el ciudadano, indefinido,
impreciso e improbable. La ciudad es para el ciudadano que participa en su
construcción,, porque está ambos en construcción constante, porque son ambos
una obra de arte inacabada; por eso mismo siempre está interviniéndose él a sí
mismo e interviniendo la ciudad. Es una
tarea infinita, por eso contiene elementos de orden estético, de sensibilidad,
de impresiones, de pasiones y al mismo tiempo, de muerte, de insensibilidad, de
cansancio, de tedio. Queda al ciudadano artista, hacer posible la combinación
de estos elementos para explotar con mayores resultados lo que ciudad y él
mismo tienen y son.
De este modo la ciudad es para los
ciudadanos, una ciudad invisible, inalcanzable e inabordable, por lo tanto lo
que ocurre en ella, no nos ocurre a nosotros. Nada más equivocado, que concebir
la ciudad, como un hecho accesorio, instrumental y funcional para nuestra vida en
la ciudad, sino que es un hecho fundamental, principal y fundador de mis
relaciones con ella y con los otros ciudadanos.
Así
mismo, como consecuencia inevitable y problemática, por lo demás; el
arte es también considerado en esa misma dimensión. Es ornamento, es aquello
con lo que se llena la ciudad, como se da cuando la ciudad se “llena” de
esculturas-basura, que realmente no realizan su verdadera finalidad, la
estética. La de provocar la observación estética. Goce de lo estético extraído
de la escultura, que de por sí, debe llevar
entonces a la necesidad de comenzar una formación. Formación es aquí,
para la ciudad y para el arte, dar forma a la ciudad. Queremos decir, que
cuando se observa, por ejemplo una escultura, lo que esta ha de propiciar es el
deseo de conocer más; por lo tanto, había una enseñanza, así y esta fuera
momentánea, como toda verdadera enseñanza.
La ciudad es entonces un taller de
formación para el arte, cada vez que el ciudadano hace una inmersión, una
penetración y una travesía por ella; de modo tal, que ella también lo
atraviesa, lo vulnera y le da forma. Es en ese taller llamado ciudad donde se
conocen las técnicas para vivir la ciudad, para hacerla vivir con nosotros. Y
por eso entonces la ciudad se mira como quien mira un cuadro de un artista, la
artesanía de un artesano, la escultura de un escultor y la construcción de un
constructor.
Hacer ver la ciudad es vernos a nosotros
mismos, y por eso la ciudad y sus ciudadanos se hacen indestructibles e
invulnerables, o sea, conservan en movimiento su tradición, su historia, su
nombre como ocurrió en el Renacimiento con artistas como Leonardo da Vinci,
Lucas Cranach o Alberto Durero, que
llevaron los nombres de sus ciudades hasta su muerte, inclusive hasta más allá
de su muerte. Eran la ciudad eterna,
podría decirse.
Todo eso le orienta, le dice cosas, le
introduce inquietudes, le propicia percepciones. O sea, le trastorna el orden
normal y formal, para incitarlo a caminar por otros territorios de esa ciudad.
Territorializa la ciudad por observar con una técnica artística. Geómetra del
tiempo y del espacio; ciudadano de la perspectiva. El ciudadano es artista
porque en cada momento esta inventando la ciudad, eso es lo que hace un artista
cuando hace arte, es decir, inventar siempre lo nuevo. El ciudadano se orienta
en la ciudad, porque posee arte, y ese arte es trascendental para él como para
la ciudad. Decía Nietzsche en 1874
a Erwin Rodhe: “(…) Y yo odio las ciudades mezcladas y
sin carácter, que no constituyen una totalidad”(8). Nos queda por hacer que la
ciudad sea una totalidad: mezcla de ideal, de sueño compartido entre los
ciudadanos. Contra las ciudades devastadas, la ciudad hecha arte por todos los
ciudadanos, no por uno.
CONCLUSIONES:
En este trayecto, que hemos hecho, y que ha
sido desde y vía de un texto, nos lleva a decir, que la ciudad es también un
texto, y que así mismo podemos leerla y examinarla, vivirla y poseerla; en lo
que cada ciudadano considere hace y abarca su ciudad como una totalidad. Ciudad libro y teatro. Y en
ella hace su formación y le da forma y sentido a su vida. Relación indisoluble
de la vida del ciudadano y de la vida de la ciudad, qué ambos realizan y
desarrollan desde sus estéticas, sus inquietudes y su maravillarse en ella,
concibiendo la ciudad como “otra naturaleza”, la misma que le da y le quita un
carácter y una forma de ser.
Y es desde la conciencias sensible y
crítica en la que cada ciudadano se
forma, desde la que hará devenir sus relaciones con la ciudad tentacular,
determinándolas y de esa manera le llevarán hacer constantes simbiosis,
conexiones y eclecticismos en ella, o sea, estructurando la construcción de una
summa dialéctico con la que pueda dar
mayor dimensión de sentido a lo que es él en ella y a lo que quiere ser. Trayectos de asimilación y desasimilación.
Formación estética consistente en conocernos a nosotros mismos y a nuestra (s)
ciudad (des), estableciendo los hilos conductores y en movimiento indecible
entre lo arbitrario y lo coherente.
Notas:
1, MARCO AURELIO. Meditaciones.
Madrid. Editorial Gredos. 1983. Pág. 106.
2. GOMBROWICZ,
Witold. Recuerdos de Polonia. Barcelona.
Editorial Versal. 1994. Págs. 64-65.
3. BODENMANNN-RITTER,
Clara. Cada hombre, un artista. Conversaciones en Documenta 5. 1972. Madrid.
Visor. 1995.
4. SPINOZA,
Baruch. Ética. Proposición LXXXIII. Madrid.
Editorial Sarpe S.A. 1984. Pág. 44.
5. KÓJEVE;
Alexander. La dialéctica del amo y el
esclavo en Hegel. Buenos Aires. Editorial La Pléyade. 1982. Pág. 48.
6. GADAMER,
Hans-Georg. La herencia de Europa. Barcelona.
Ediciones Península. 1990. Pág. 65.
7. ÉLUARD,
Paul. El poeta y su sombra. Barcelona. Icaría Editorial. 1981. Pág. 19.
Búsquedas experimentales acerca de ciertas posibilidades de embellecimiento de
una ciudad. 12 de marzo de 1933.
8. NIETZSCHE,
Friedrich. Correspondencia. Madrid.
Aguilar de ediciones. 1989. Pág. 132.
Revista Círculo
de Humanidades. Polifonías. Medellín.
Universidad Autónoma Latinoamericana. Nro 30. Noviembre 2009. Págs. 18-24.
No hay comentarios:
Publicar un comentario