martes, 22 de mayo de 2012

OTRA HISTORIA DE UN BAR


Era un típico viernes en la noche en un típico bar de la ciudad. Como de costumbre mi soledad y una copa de vino eran mi única compañía, ella era la compañera fiel de mis perversiones mas profundas, una de las cuales es mirar y analizar las historias de las personas que frecuentan mi bar, mi oficina. Alrededor de las 10 de la noche, me llamo profundamente la atención un hombre que fumaba, usaba una chaqueta negra, lo mire por varios minutos, pero mi análisis quedo corto, pues llegó una mujer, se saludaron y de inmediato se dirigieron a la barra. Ella hermosa, pero se le notaba a leguas lo nerviosa que estaba, los colores vivos del lugar contrastaban con su vestuario, que hombre más afortunado, pensaba. Después de ordenar varios tragos empezaron a conversar, como si el pasado llegara a tocar las puertas del presente, cuando de repente ella sin mediar palabra comenzó a llorar, al parecer algo disgustada la mujer agarro su cartera y  salió corriendo, su encuentro no había sido grato, antes de irse tomó un trago de tequila y sencillamente se fue, sin dar ni una mirada atrás. Cuando traté de seguirla con la mirada me llamo la atención otra persona, ya esta historia había llegado a su fin.

Era un hombre que se hallaba solo en una de las mesas del largo y saturado bar, que más se podía esperar si habían varias personas esperando turno para poder ingresar y solo los de buenas que llegaron a tiempo lograron entrar para disfrutar de aquella noche. Aquél hombre, que llevaba su corbata desanudada y una camisa gris con pantalones negros, sorprendentemente no miraba a nadie y estaba perdido en sus pensamientos y en la copa de Martini que tenía en sus manos. Después de un largo rato de espera, la mesera se acercó para decirle que por fin había una mesa vacía en toda la terraza del bar, en donde la ciudad se veía espléndida con una luna llena que bañaba la noche. El hombre se sentó en la mesa asignada y pidió otra copa más y se dedicó a disfrutar de la vista que tenía y esperar a que el tiempo pasara.
  
Aproximadamente tres copas después, recibió una llamada que se veía era la esperada por él desde su llegada, su cara y estado de ánimo cambiaron de inmediato, hizo señas a la mesera para que se acercara y le ordenó esta vez una botella de vino tinto con dos copas, arregló un poco su corbata, se enderezó y por primera vez se decidió por ver el lugar y las personas por las que estaba rodeado. Miró cada detalle del lugar, las paredes distintas a otros sitios estaban hechas con grama y el verde era el color mas resaltante de allí, las mesas todas puestas de forma estratégica para que la vista panorámica no se viera opacada y fuera el principal centro de atracción, el techo de madera con formas asimétricas, toda la mueblería de un color blanco que combinaba perfectamente con la madera, las luces en tonos verdosos y azules le daban vida al ambiente y al fondo el sonido y la belleza de una ciudad que se preparaba para una típica noche de viernes.
Y él estaba allí, rodeado de una cantidad de personas que le importaban un comino, solo se concentró en aquel hombre que ingreso pocos minutos después y que hizo que su estado de ánimo mejorara considerablemente, se saludaron de forma cordial pero distante, pero se podía ver la alegría de verse el uno con el otro. El hombre entrante usaba una camisa blanca y chaqueta beige, más informal que su amigo, lucía avergonzado por haber hecho esperar a su compañero y hacía señas que parecían gestos de disculpa.

Su compañero al principio se mostraba reacio pero definitivamente se encontraba con un mejor humor al que había llegado, los dos se comportaron amablemente entre sí, riendo y hablando por bastante tiempo, ahora definitivamente estaban concentrados uno en el otro en aquella esquina del bar en donde todos estaban demasiado entretenidos y ocupados como para fijarse en ellos dos. Luego de terminar su botella de vino, cogieron sus chaquetas y partieron a lo que parece iba a ser una noche estupenda para ambos. 
Cuando salían de repente entró un hombre joven de aspecto y algo trastornado, se sentó en la barra y ordenó una cerveza. Después de darle varios sorbos prendió un cigarrillo, el cual le alumbró la cara y las enormes ojeras que la cubrían; al parecer no había dormido en días, se veía muy perturbado. Su atención estaba enteramente centrada en la cerveza, hasta que ella se le acercó y le pidió candela. Esta mujer que siempre estaba en el bar ha sido la responsable de innumerables corazones rotos y alguna que otra sábana cubierta de sudor, ella era como yo; presa de sus perversiones, pero yo no dejaba que nadie supiera las mías, ella en cambio era abierta a cualquier aventura que la noche le regalara, su espíritu libre no sabía de ataduras ni remordimientos. Después de conversar algunos minutos el semblante del hombre cambió totalmente, además ordenó una botella de champagne, cosa que parecía rara en el, dado su aspecto rudo y rockero; ella lo tenía en sus manos, no era si no cuestión de minutos para que los dos salieran del bar cogidos de la mano, besando sus bocas pecadoras como un adolescente en calor, y yo, el narrador voyerista de esta historia detrás de ellos, mi esposa, la ninfa, había escogido nuestra próxima víctima, la noche iba a ser larga.


POR 

JUAN CAMILO TOBÓN 
MARIA ALEJANDRA FIGUEROA
DANIELA DOMÍNGUEZ BUSTAMANTE

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