LA XXXIII
La entrada del público es por el parqueadero, su nombre recuerda una canción infantil, el ambiente desde la entrada lleno de luces reflectivas de colores rojo, verde y azul este último representando lo celeste, es limpio, agradable, buena atención, diversidad de licor y trato especial para quienes acostumbran frecuentarlo entre jóvenes, adultos, solteros, casados y divorciados que buscan esa opción como posibilidad de entretenimiento nocturno. Tiene mesas ubicadas según el consumo por ser VIP “Very important persons-personas muy importantes” que han pagado por un privilegio por el derecho de tener todo al alcance de sus ojos, televisores con videos, una voz que ánima y su decoración muy ostentosa, norteamericana.
Había dos mesas muy particulares en una estaban cinco hombres con cara de satisfacción a la espera que algo pasara como si fuera habitual su presencia cada noche en el lugar y contradictorio en la otra mesa atrás de ellos estaban diez personas el doble de la anterior a leguas se veía que no tenían mucha experiencia en frecuentar el bar para no decir que eran su primera vez, eran dos parejas de novios, tres mujeres y tres hombres que no se veían que tuvieran una relación sino que podían sólo intercambiar una sonrisa o una pequeña conversación. Los de la primera mesa se sentían ansiosos como si algo les propiciara mucha diversión, si se acercara un momento, era cierto, el show que comenzó con una “atractiva mujer” para “los hombres”.
Por el bar caminaban mujeres delgadas con cabello negro hasta la cintura, voluptuosas siguiendo un prototipo llamativo que representa varios signos $ para las personas. Recorrían el lugar con alguna intensión vaya a saber que era, dinero, conversar con alguien, entablar una amistad o en fin buscar cliente. Había una mesa a la cual no se acercaban las mujeres después del show, era la segunda mesa la de las diez personas, sería tacañería, nos les gustaba la presentación o su intención no era entrénese sino conocer el sitio con un objetivo. Lo contrario pasaba en la primera mesa, uno de los cinco hombres lo hacían sentir mejor, de pronto era una ocasión especial, celebrando su cumpleaños o que disfrutara sus últimos días sin un compromiso hasta que la muerte los separe, él no era muy extrovertido, sus amigos le llevaban hasta la mesa diversión según su gusto para que disfrutara los servicios que ofrecía aquel bar a sus clientes sin ningún tipo de condición o en fin uno billete verde, café, azul o quién sabe unos cuantos morados.
La hora determinaba el vigor del show entre prendas que quedaban en el suelo y cuerpos que simplemente eran observados fijamente por los hombres que ni parpadeaban. Personas que ingresan al sitio son sin tabú, a lo que van, van. Diversión, locura y desenfreno es como se puede definir.
Por Último, hay quienes de los que asistieron allí ese día, pueden decir que ¡Yo al lugar no vuelvo…!
DANIELA RESTREPO ÁLVAREZ
interesante y curioso lugar
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