miércoles, 14 de marzo de 2012

Hoja debida


Como dicen algunas señoras, parece que fue ayer, pero ha pasado casi un cuarto de siglo desde el momento en que el  doctor Builes me puso en brazos de mi madre. Obviamente no lo recuerdo, pero existen cientos de fotografías, anécdotas y cuentos que cuentan con lujo de detalles, aquel suceso. Y es que son, precisamente esos pequeños grandes detalles, los que han moldeado la personalidad de quien ha  vivido entre contrastes.

Nací en pleno centro de la ciudad de Medellín, pero crecí entre los frondosos arboles del solar de una casa de un pequeño pueblo del nordeste antioqueño. Muy temprano, mis padres decidieron que debía estudiar en un colegio de padres y monjas, quienes se suponía, me instruirían en los valores religiosos que me alejarían del conflicto que se vivía en mi región.

Fui un alumno ejemplar asta que me di cuenta que las niñas se fijaban mas fácil en el matón de la clase, y fue así como en un periodo de 2 meses, pase de estar metido en el club científico, la infancia misionera y las ferias de la ciencia, a estar en el patio de atrás del colegio, jugando futbol con uniforme de gala mientras los demás compañeros estaban recibiendo clase en el salón.

Seguía siendo buen estudiante, solo que a mi manera. Me las ingeniaba para terminar mis tareas rápido, para tener más tiempo para salir a jugar. Nunca me fue mal en los exámenes, ni en los trabajos, pero pronto los profesores me hicieron entender que un buen estudiante no podía ser indisciplinado, y que a los indisciplinados había que perseguirlos.

Sintiéndome perseguido aprendí a defenderme, y entendí que para defenderme debía hacerlo con buenos argumentos, y que para tener buenos argumentos debía entender a la perfección las pautas de conducta que regulan mi entorno. Fue así cuando encontré mi primera gran vocación, encontrar la forma de hacer frente a ese macabro código llamado manual de convivencia.

Esa fue la primera gran revelación que tuve en mi vida, entender que las normas tienen tantas interpretaciones, como interpretantes existan, y que  siempre prevalece, no la interpretación de la mayoría, sino la de quien exponga más convincentemente la suya.

De estar en un colegio de padres y monjas, pase a uno militar, allí aprendí que la esencia seguía siendo la misma, tener los contactos apropiados, y saber vender tus propias interpretaciones de la norma.

Del colegio militar, pase a la universidad publica, y allí entendí que el mundo es dominado, por quienes saben vender no solo sus interpretaciones de las normas, sino sus amañadas interpretaciones del mundo y de la vida. Estando allí, quise conocer de primera mano, otra realidad, la de la universidad privada, puesta al servicio del mundo capitalista.

Hoy, muy rol en el mundo, en la sociedad, e incluso en mi propia familia, ha sufrido un cambio fundamental, un estado de cosas al que me estoy adaptando y del que en un futuro tendre algo que contar.




K. Esteban García G. 

1 comentario:

  1. asta es HASTA
    ...pero pronto los profesores me hicieron entender que un buen estudiante no podía ser indisciplinado, y que a los indisciplinados había que perseguirlos.....

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