Ante las pocas ganas de describir una historia propia,
ha decidido narrar la de cualquier pareja que pase por ese lugar.
Son las 9 de la noche ella
queda de encontrarse con el en la entrada del lugar. Ya casi es hora del
encuentro. Los carros atiborran las calles buscando espacio para ubicar el
vehículo para que queden resguardados y cercanos del lugar donde irán a
divertirse.
9 y media, ahí está, en la
entrada haciendo fila para para la entrar al lugar, ella llegó justo a tiempo, solo quedaban un par de
personas delante de él. Por fuera los locales muestran letreros llenos de luz
de neón, como si se hubiera montado la competencia por el anuncio más vistoso y
luminoso. Este lugar en particular tenía un anuncio modesto, disfrazado de un
solo color, a pesar de ello las paredes oscuras ofrecían un contraste que resaltaba en cartel.
Es temprano y todavía hay
lugares disponibles, y todas las parejas que se sientan en su mesa, parecen
realizar el mismo ritual. El lugar es pequeño, lleno de mesas y sillas en el
fondo se encuentran los baños y al lado derecho está la barra con 5 meseros
moviéndose con rapidez para atender los requerimientos de los clientes.
Al principio la charla es
amena, la pareja se ríe a carcajadas y remiten continuamente las frases que se
interrumpen por el sonido alto de la música. A medida que la noche entra la
música es cada vez más rítmica y fuerte.
La pareja se desliza, como
lo hacen casi todos, a la pista de baile
que poco a poco se llena, pues a todos parece gustarle la misma canción. Las
luces parpadean y se combinan con otro tipo de luces verdes que dan la
sensación extracorpórea de estar en otro planeta. Los movimientos se vuelven
pausados y marcados, todo parece estar enlenteciéndose, menos la música.
El murmullos, los gritos,
las risotadas, se convierten en el fondo del escenario, los bailes el alcohol
son los protagonistas de la noche. El torbellino del desorden o del orden del
desorden está ahí, mientras la pareja se
ve indemne. Ellos disfrutan de la música, ensayan los pasos que se les ocurran
y ríen. La noche invade el lugar inundado de personas que buscan
distraerse y abstraerse del aburrido e
inerte realidad. Todo está construido para lograr ese objetivo.
El calor de la multitud
que se abalanza en los saltos y en el baile comienza a sentirse, la noche toma
la forma de negro pegajoso. La pareja se sienta, piden agua con hielo y
descansa mientras el torbellino se va debilitando. Son las 3 de la mañana, los
ánimos se fueron apagando, la música ya no es alta ni muy estrepitosa. El
ambiente se va calmando, casi todos parecen marionetas siguiendo un estúpido
ritual.
K. Esteban García G.
Buena catarsis
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