Eran las cuatro
de la mañana, no madrugó, sino que estaba ya trasnochada de tanto amagar. No
quería salir y por eso tocó tomar medidas extremas, un corte rápido y sacan
llorando a una criatura inmensa que promete ser aun más grande. Mentira. Se
estancó y no creció más del metro sesenta.
Se pregunta
porqué nació. Su mamá le dice que la tuvo con mucho amor, pero le cuesta
admitir que fue un accidente; su papá no opina porque no está. La menor de la
casa, callada, retraída, medio boba. Logró soltar la lengua por allá en la
adolescencia, y eso que no la soltó del todo. Decía que quería ser escritora,
pintora, arquitecta o chef; se lo decía a ella misma porque no tenía con quien
hablar. No se hizo notar en el colegio, se graduó sin pena ni gloria.
Entre sus
habilidades se destaca completar crucigramas y sudokus (con lapicero), leer
palabras al revés, acertar en las charadas, ver programas en inglés sin leer
los subtítulos y apostar siempre en el póker aunque no tenga nada. Sí,
habilidades que a nadie le importan ni la van a llevar lejos. Intentó
desarrollar otras habilidades: música, teatro, pintura, gimnasia, patinaje…
pero todo lo dejó a medias. Se le metió en la cabeza lo de arquitectura, porque
en lo de escribir, pintar y cocinar se frustró apenas empezando. Arquitectura
tampoco funcionó, dijo que no encajó, y por cosas de la vida resultó estudiando
comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales, porque lo que le gusta es
el cine y su realización. Espera ser parte del desarrollo cinematográfico de
Colombia, aunque se muere por ir a conocer y estudiar en otros países con la
posibilidad de enamorarse de alguno de ellos.
Le encantan los
animales, en especial los gatos. Ha tenido muchos, y cuando sus amigos le
auguran que va a ser “la loca de los gatos” se ríe y lo considera. Le gusta la
música ochentena, y bailarla sola a su manera; las películas de horror y Serie
B, las que le hacen olvidar su vida y las que se la recuerdan, y le gusta leer,
pero no cuando está triste.
La mayoría de
las personas le fastidian. Le fastidian las personas que hacen alarde de sus
conocimientos y las que no tienen conocimiento alguno; las que se exceden en
maquillaje y las que abusan del color rosado y los brillantes; las que hablan
mucho y no dicen nada, y las que dicen constantemente “gordo/a”; las que
“engallan” el carro con miles de parlantes, las que hacen “piques” con la moto
en los semáforos, las que caminan por la izquierda en las escaleras del metro y
las que conducen por la izquierda a menos de 40 kph en la ciudad… Muchas
personas, en total, aunque no todas. Trata de ser tolerante, aunque no lo
quiera, para no volverse loca. Tiene muchos conocidos, solo algunos son
cercanos, y muy pocos muy cercanos. Cree que ninguno amigo porque el tiempo, la
distancia y el amor los puso a prueba, y fallaron.
No odia la
mentira ni la hipocresía, su ídolo no es Gandhi ni su mamá (hasta ahora no
tiene ídolos), su mayor sueño no es la paz del mundo, y su mayor temor no es la
muerte o la soledad. De hecho la soledad no le molesta en lo absoluto, dice que
de cierta manera está acostumbrada a sentirse sola, y que disfruta estar a
solas, pero no siempre.
Nunca esperó a
su príncipe azul (las ventajas de que papá no estuvo para leerle un cuento de
princesas antes de dormir), cree que idealizar a alguien es una entrada directa
al fracaso amoroso, y por eso no lo hace. Sus “fracasos amorosos”, se dieron
por circunstancias que ella desconoce (o eso dice) y que mejor no le da
importancia. Y aunque tiene conflictos con el término “amor” y las etiquetas,
para ella es más importante saber que ahora está con una persona con quien
comparte lo simple, lo tonto, lo pequeño y lo más grande, que le brinda apoyo y
trata de entenderla, y que es capaz de alegrarle cada día. Más allá de darle
definiciones, lo que le importa es que está feliz y que entre sus planes está
seguir construyendo su vida junto a esa persona que supo conquistarla.
No tiene sueños
o metas definidos, solo sabe qué es lo que le gusta y trata de planear a corto
plazo. Tiene presente que “Felices los que nada esperan, pues nunca serán
defraudados” y es porque, dice ella, es mejor vivir con expectativas bajitas
por si algo no resulta y no sentirse derrotado, o por el contrario todo sale
bien la recompensa se disfruta más.
Tatiana Ocampo Silva
SUPER
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